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El equipo del jardín de infancia de la escuela primaria Amelia Earhart trabaja duro. El trabajo de un profesor consiste en sentar las bases para los jóvenes estudiantes que afectarán a toda su vida, y tienen un nuevo as en la manga. 

Hace un par de años, el equipo del jardín de infancia se propuso resolver un problema persistente en sus aulas. Los niños de preescolar se encuentran en una etapa crucial de su viaje por la lectura. Las experiencias positivas pueden convertir la aprensión y el miedo en alegría y pasión. 

¿El problema? Los deberes asignados -15 minutos de lectura al día- frustraban a los padres y dejaban a los alumnos con la sensación de que leer era una tarea pesada. Como es habitual, se enviaban a casa formularios para que los padres los rellenaran con sus hijos. El equipo del jardín de infancia empezó a considerar estos formularios engorrosos e ineficaces. Los padres solían olvidarse de rellenarlos. También perdían la cuenta de los datos concretos de las sesiones de lectura y tenían que falsear las cifras. Muchos padres llegaron a expresar un ligero temor a las sesiones de lectura. 

El equipo se puso manos a la obra y diseñó el sistema Apple Reading. 

En primer lugar, se descartaron los formularios de lectura. En su lugar, los padres rendirían cuentas del tiempo de lectura en familia a través de un método más accesible: los mensajes de texto. Una vez a la semana, los padres enviaban un mensaje de texto al profesor si habían realizado sus quince minutos de lectura con sus hijos. Al día siguiente, los profesores entregaban a los alumnos, cuyos padres informaban, una simple pegatina para que la colocaran en una gran manzana que había fuera, en los pasillos. Por último, una vez que las pegatinas cubrían la manzana, cada clase de preescolar era recompensada con una fiesta. 

Cuando se implantó el nuevo sistema, los resultados llegaron de inmediato. 

La cantidad de lecturas empezaron a aumentar. Muchos alumnos que habían sido irregulares con los deberes se volvieron más regulares. Los padres esperaban con más impaciencia la hora de lectura ahora que se había eliminado el papeleo. El vínculo entre padres y profesores se fortaleció, ya que se comunicaban directamente con regularidad. 

Y lo que es más importante, todos los alumnos esperaban con impaciencia sus deberes de lectura. La experiencia se hizo más agradable en su conjunto y es difícil subestimar el poder que tiene una pegatina de premio en un joven estudiante.

Alexander Glaves
  • Especialista en Medios Sociales/Marketing
  • Alexander Glaves
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